Comentario
La ciudad de Logroño, capital de La Rioja, tiene una historia muy antigua. El río Ebro fue el factor principal que hizo que allí, junto al solar actual de la ciudad, se concentraran diversos asentamientos, beneficiados en concreto por la existencia de pasos o vados que hacían factible el traslado de una orilla a la otra. En el cerro Cantabria se ha hallado un asentamiento neolítico, cuya ocupación se prolongará mucho más tarde al aparecer como población de los berones. También Varea o La Custodia aparecen como lugares de ocupación, siendo el núcleo a partir del cual comenzará a formarse, a partir del siglo VI, la ciudad actual. La ciudad de Cantabria, cuya máxima expansión hay que buscarla en época romana, fue destruida por Leovigildo en el año 575.
La voz Logroño pudo derivarse de Gronno o Gronio, vocablo germánico y del latino ille, aludiendo a las características de lugar como vado o paso del río. Ya en el año 1095 aparece illo Gronio, en el Fuero dado por Alfonso VI.
La importancia de Logroño radica en su situación, emplazada en el cruce de la calzada que unía Pamplona con Soria y sobre la que recorría el Ebro.
Durante la llamada Reconquista, estas tierras son objeto de fuertes disputas. Así, en el siglo X, es Sancho Abarca quien pelea con los musulmanes por su posesión y, en el siglo siguiente, la ciudad de Logroño es disputada por navarros y castellanos, siendo destruida por El Cid en 1092. Tres años más tarde, como se dijo más arriba, Alfonso VI permite su reconstrucción mediante un Fuero, por el que se regula vida ciudadana y se concede a sus habitantes determinado privilegios.
En el año 1134 Logroño es tomada por Alfonso El Batallador, por lo que es incorporada a Navarra, aunque muy poco después vuelve a ser posesión castellana, de la mano de Alfonso VII. Las luchas entre navarros y castellanos continúan durante el siglo XII, siendo Logroño objeto de disputa entre Alfonso VIII y Sancho VI. La lucha continúa en las centurias siguientes, pasando de unas manos a otras. Ya en manos castellanas, en el año 1431 el rey Juan II le concede el título de ciudad, al que se añade trece años más tarde el de Muy Noble y Muy Leal, recompensando la fidelidad de Logroño a la corona de Castilla. Las luchas entre navarros y castellanos finalizarán en época de Fernando El Católico, cuando Navarra queda anexionada a Castilla.
En el año 1521, aprovechando la estancia en Flandes de Carlos V, es cercada por las tropas francesas de Ascarrot, que son obligadas a retirarse. Su población resiste hasta el día 11 de junio, día de San Bernabé. A partir de esa fecha, se celebra la festividad de la ciudad.
La historia de Logroño queda algo diluida hasta el siglo XIX. En 1833 se crea la provincia de Logroño, de la que la ciudad es capital. También interviene Logroño de manera muy activa en las guerras carlistas, siendo base de las tropas de Espartero. En este siglo, Isabel II concede a la ciudad el título de "Excelencia".
El siglo XIX significa para Logroño una época de expansión. Como en tantos otros lugares, las edificaciones defensivas son derribadas para dejar paso a una población en crecimiento -de 8.987 habitantes en 1821 pasa a 19.327 unas décadas después- y a operaciones de ensanche urbanístico. La estación de ferrocarril otorga un aire de modernidad.
En el siglo, ya en plena transición democrática, se produce la creación de la Comunidad Autónoma de La Rioja, de la que Logroño es capital. Su población, cifrada en 51.974 habitantes en 1950, pasa de los 130.000 en la actualidad.
El paso de la historia ha dejado en Logroño un abanico de excelentes monumentos. Es precios destacar las iglesias de Palacio, del siglo XIII; la de Santiago, del XVI; la de San Bartolomé, con portada gótica de fines del siglo XIII; o la catedral de la Redonda, construida entre los siglos XV y XVIII. También es digna de mención la residencia del Príncipe de Vergara, hoy Museo de La Rioja, así como la estatua ecuestre de Espartero.